Cierta vez, cuando yo estaba en
la China, entré en una ciudad, y una gran muchedumbre me cerraba el paso.
Miré para ver lo que acontecía y vi que estaban apedreando a un hombre;
como no podía pasar, tuve que presenciar aquella escena. Estaban matando a
un hombre arrojándole piedras en la cabeza, en el pecho y las
piernas, y despedazaban aquel cuerpo arrancándole la carne. Mientras mataban a ese
hombre mucha gente miraba y las mujeres se reían.
Esto quebrantó mi corazón; yo
nunca había visto tal cosa. Algunos decían que el apedreado
era un ladrón; pero ninguno sabía si era cierto. Y mientras corría sangre
humana la gente se reía. Esto es lo que hicieron al pie de
la cruz: cuando el gloriosos Príncipe del cielo estaba muriendo, los seres
humanos reían. ¿Y el mundo ha cambiado? ¡No!
Los hombres, el mundo, están
burlándose y todavía escupen y escarnecen el sacrificio de Cristo, burlándose
de su sangre preciosa. Cristo estaba colgado en la cruz y el mundo reía al pie de ella.
JUAN Y COMPAÑÍA
“El
que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que
siembra
generosamente, generosamente también segará.”
¾ 2
Corintios 9:6.
—¿Puedo depositar
dinero en ese banco?
Un joven de quince
años, pobremente vestido se paró frente a la ventanilla del cajero del banco en
el pequeño pueblo de Barwick, del estado de Georgia, EE.UU. de A. Todo su
aspecto de miseria y pobreza indicaba que sería hijo de un mediero de alguna
de las pequeñas granjas de la región, gente que por diversas razones
generalmente se encuentra en mala situación económica. Tres hojas de cartón,
metidas dentro de sus zapatos completamente gastados, reemplazaban la suela
que ya casi había desaparecido.
—¿Cuánto quieres
depositar, Juan? — preguntó el cajero.
—Cuatro dólares —
contestó el muchacho.
— ¿A qué nombre
quieres que se abra la cuenta? — La voz del hombre fue bondadosa, pues
conocía al joven como un fiel alumno de la escuela dominical de la Iglesia
Metodista.
— Juan W. Yates y
Compañía — respondió el muchacho con la mayor seriedad.
El cajero miró a
través de la rejilla con cierto aire de perplejidad. — ¿Quién es la compañía?
—preguntó.
Dios — contestó el
joven solemnemente—. Hoy he recibido el sueldo del primer mes de
trabajo, y estoy empezando una cuenta del diezmo. Este es dinero de Dios. La
historia de la vida de Juan W. Yates suena algo como una novela. Fue contador,
cajero, gerente, y después jefe de la sección de abastecimiento del
ejército, donde se pagaban cheques que llevaban su firma hasta por la suma de
diez millones de dólares. Dos destacados pastores han descrito a este
hombre como “uno de los laicos más valiosos en toda la Iglesia
Metodista”.
Su madre, Eliana de
Yates, había entrado a una nueva etapa en su vida espiritual en una
serie de reuniones de avivamiento, y en medio de su profunda pobreza y de la lucha
por vivir, había empezado a dedicar la décima parte de todos los ingresos al
Señor. Juan W. Yates guardó siempre el libro de contabilidad del
diezmo de su madre, en un cajón de su lujoso escritorio, al lado de su Nuevo
Testamento, y lo mostraba a decenas de miles de personas en las concurridas
reuniones donde él predicó la doctrina de la mayordomía.
Dice al respecto:
“Puede ser que este libro no merezca la aprobación de un contador profesional;
pero estoy seguro que nuestro Padre celestial considera esta contabilidad
como muy buena.” Este activo obrero en la iglesia y en la escuela dominical
dice que se lo debe todo al hecho de que su madre practicaba el diezmo;
su devoción a esa norma marcó el rumbo para su propia vida. — Mensajero Pentecostés.
COMO
MATAR A TU IGLESIA
Salmo
11:4; 27:4; 65:4; 84:10; 93:5; 122:1; Ecl .5:1,
Habacuc
2:20; Mateo 21:13; Marcos
11:17; Juan
3:1;
Hechos 2:46, 47; 1
Corintios 5:1-7; 6:1-11; 11:16;
14:33;
Hebreos 10:25; Jd. 1:19; Apocalipsis
2:20-23.
En primer lugar; ¡No
vengas!
Si vienes, ¡ven
tarde!
Al venir, ¡ven de mal
humor!
Al salir de la
iglesia, pregúntate: ¿Qué valía todo esto?
¡No aceptes nunca un
cargo en la iglesia! Vale más seguir criticando a los demás.
¡Visita a las otras
iglesias a cada rato para enseñarle al pastor que él no es quien te manda! Hay
que guardar la independencia.
¡Haz que el pastor
gane su dinero! ¡Deja que él haga todo el trabajo! Al acudir al templo,
siéntate muy atrás, cerca de la puerta, ¡No cantes! O si cantas, ¡Canta bien
destemplado!
¡No des tus
contribuciones por adelantado! ¡Espera por lo menos hasta haber
recibido lo que tu
dinero vale! ¡No animes al pastor!
Si te gusta el sermón, ¡cállate! Pues muchos pastores se perjudican por causa
de la adulación, ¡No permitas que la sangre de él esté sobre tus manos!
¡Cuenta las faltas de
tu pastor a todos los que te visiten! ¿Quién sabe si de otra manera ellos lo
descubrirán?
¡No traigas nunca a
nadie a la iglesia! No hagas nada para ganar a otros miembros nuevos; por
lo menos mientras la congregación tenga tal pastor!
Si hay algunos
miembros animados que sirven a su iglesia y que trabajan por ella, ¡no dejes de
protestar contra esa asociación exclusivista!
Si tu iglesia por
mala fortuna es una iglesia feliz y armoniosa, condénala por su tibieza, indiferencia
y falta de celo.
Cooperando como se
sugiere arriba, tú matarás por seguro a tu iglesia. —
Noticiero
de la fe.
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MI AUSENCIA DE LA IGLESIA
Salmo
93:5; Eclesiastés 5:1; Hebreos
10:25.
Hizo que algunos
dudaran de que el cristianismo sea real.
Hizo que otros
pensaran que yo soy un hipócrita.
Hizo que muchos consideraran
mi bienestar espiritual y el de los demás como asunto sin
importancia.
Hizo que se
debilitara la eficacia del culto en la iglesia.
Hizo que el
predicador encontrará más difícil presentar el mensaje.
Hizo que los hermanos
se desalentaran y, por ende, no alcanzaran una bendición de Dios.
Hizo que muchos
dejaran de asistir a la iglesia.
Hizo que me fuera más
difícil enfrentarme a las tentaciones del maligno.
Hizo que el diablo
tuviera más poder sobre las almas perdidas.
Hizo que se propagara
más el hábito de no asistir a la iglesia. — Noticiero de la
Fe.
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EL SUEÑO DE UN PASTOR
1
Corintios 15:58
Se dice que un pastor
soñó una noche que él tiraba, en lugar del caballo, de un gran carretón
cubierto con toldo. El trabajo era muy difícil y avanzaba lentamente, sobre
todo cuando llegó a una parte barrosa del camino.
Por fin sólo pudo
hacer que el carretón avanzara unos pocos centímetros. Esto le parecía bastante
raro, puesto que la última vez que había mirado hacía atrás, creía haber visto a toda la congregación que ayudaba a empujar. Finalmente, cuando él estaba casi
agotado, miró hacia atrás para examinar las causas de la dificultad.
Ahí se dio cuenta de
que los miembros de la iglesia, no sólo habían dejado de empujar sino que se
habían subido al carretón, y ahí estaban sentados, ocupados en criticar
al pastor porque no tiraba del carretón con mayor rapidez. Bueno...¿y es solamente un sueño...?